Con la crisis económica las palabras que utilizamos en nuestro registro coloquial, es decir, lo que hablamos todos los días y en las situaciones más cotidianas, están cambiando a gran velocidad. Algunas las hemos convertido en palabra tabú por vergüenza torera, por ejemplo ‘solvencia’ pues aunque se tenga, quién es el osado que en una reunión se atreve a jactarse de que las cosas le van muy bien y que es ‘superfeliz’ con la que está cayendo para la gran mayoría. Y no digamos la palabra ‘hipoteca’ que ha tocado techo en su ya poca agraciada fama. Banquero, que no bancario, fue un vocablo en algún tiempo digno de admiración para algunos jóvenes, ahora se ha convertido en innombrable. Pero esto ya es muy antiguo, pues mi padre que trabajó 40 años en un gran banco de esos que siempre tienen grandes beneficios, decía que el banco te daba paraguas cuando hacia sol y te lo quitaba cuando llovía.
El no llegar a fin de mes se ha convertido en algo tan frecuente que ya no nos da vergüenza, y hasta podemos hacer una declaración pública. Otra frase de todos los días era esa de ‘salir de copas’, que con gran ligereza salía de nuestros labios los viernes, sábados y alguna que otra fiesta de guardar, pero ahora se ha convertido ‘en tu casa o en la mía’, como ven el significado es distinto.
La política, que en un tiempo no muy lejano era el arte de hacer felices a los pueblos, y sus políticos son ya sustantivos tan degenerados que sólo poseen adjetivos negativos y peyorativos, y lo peor de todo es que casi nadie cree en ellos. El estado del bienestar social, qué poco nos ha durado, lo pongo con minúsculas, se llama así al conjunto de factores que participan en la calidad de vida de la persona y que hacen que su existencia posea todos aquellos elementos que den lugar a la tranquilidad y satisfacción humana. Otro término que ya no está de moda, sin embargo ha sido sustituido por otras frases como la de ‘apretarse el cinturón’ o la de ‘ahorrador’, claro que uno ahorra cuando le sobra algo, aunque sea un poquito. Que se lo pregunten a los funcionarios y no funcionarios con su sueldo menguado y sus recibos crecidos.
La palabra tristemente y hasta dramáticamente en boga es el temible ‘Paro’, y aquí, señoras y señores, uno ya no sabe qué decir ante millones de personas que viven situaciones penosas, angustiosas y con falta de esperanza.
El ocio, el viaje de placer o el crucero, aunque lo pagues en cómodos plazos, están desapareciendo de nuestro vocabulario público, y si se dicen estas palabras las decimos en voz baja. Pero lo peor de todo son aquellas que afectan a nuestro ánimo más interno, pues he oído a más de un pequeño o mediano empresario que se sienten ‘impotentes’, ‘rabiosos’ y ‘desvalidos’. Imagínense cómo se sentirá el currito con el miedo en el cuerpo ante el ‘despido’, otro vocablo más frecuente de lo deseado.
No puedo terminar este artículo sin la palabra estrella, la más pronunciada desde hace unos años, y esa va con determinante y todo ‘la crisis’, que nos llega del griego y significa separar o decidir. Crisis es algo que se rompe y porque se rompe hay que analizarlo. La crisis nos obliga a pensar, por tanto produce análisis y reflexión, pero muchas veces el miedo ante la incertidumbre nos paraliza. Pensemos, reflexionemos y actuemos porque si no lo hacemos, lo harán por nosotros, y puede ser hasta peor.
Mientras escribía estas líneas, me he fumado un cigarrillo en mi casa, pues en los bares ya libres de humo, que han perdido la alegría y perderán puestos de trabajo, huele un poco más a fritanga y humanidad.
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