lunes, 2 de enero de 2012
La avaricia rompe...
Los bancos obtienen beneficios siempre y además lo publican a los cuatro vientos, y con una desfachatez que roza lo obsceno. Si estas ganancias han sido menos de lo esperado, para enmendar esta contrariedad está el dinero de todos. A los ricos no se les debe contrariar. Hace mucho tiempo que hemos desterrado de nuestro vocabulario la palabra avaricia, ahora llamamos a esta forma cicatera de estar en el mundo, egoísmo. Siempre ha habido gente que ha defendido esta actitud, diciendo que la caridad empieza por uno mismo. Parece que han leído a Pablo de Tarso, pero no han comprendido lo que quería decir, simplemente les venía bien para justificar tanta mezquindad. Del latín ‘avaritia’, es una palabra derivada de avaro, del avarus latino, en la primera mitad del siglo XIII aparece escrita en castellano. La RAE define este vocablo como el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Creerán, pobrecitos, que se las van a llevar a la otra vida. ¿Se han fijado ustedes en la cara de tristeza de muchos ricos en dinero? Quizás esta frase sea la causa de su amargura: ‘Quien más tiene, más quiere’. Iguala al pobre y al rico que su dinero dos veces anda el camino por motivos muy distintos. Al avariento le cuesta tanto desprenderse de sus dineros, que ha de mirar los precios, regatear y… Otra cosa muy distinta es lo que decía mi abuela Áurea de los escasos posibles del pobre, que siempre iba dos veces a la tienda, pues calidad y bajo precio nunca vivieron idilio alguno. La sabiduría popular nos dejó dicho que al avaro y al puerco, después de muertos. Una sentencia que a simple vista parece un tanto drástica y apocalíptica, pero muy certera; pues el cerdo se vuelve provechoso para los demás después de su sacrificio, lo mismo ocurre con el avaro, solo después de muerto alguien se beneficiará de lo que aquí dejó. Al final tienen un rasgo de generosidad aunque sea totalmente forzoso. Tal vez nunca leyeron a Juvenal que nos dejó escrito que es una gran locura la de vivir pobre para morir rico. Antes, es decir, hasta hace muy poco tiempo, deber dinero solo al banco era un toque de cierto prestigio, lo lógico y normal. Ahora, uno casi prefiere ser hipertenso y diabético que soportar al director de turno, llamándote todos los meses por teléfono, y ese mensaje previo de póngase en contacto con su sucursal por una situación irregular en sus posiciones. Eso sí, por favor y con la suficiente ficticia amabilidad, te preguntan a qué se debe ese retraso, ironía no les falta en esa retórica pregunta. Nadie sabe a ciencia cierta dónde se encuentra y quién es realmente ese ente que llamamos el ‘Sistema Financiero’, es como el dios de otros tiempos, invisible, omnipotente y que estaba en las alturas. Los bancos son sus discípulos aventajados, e incluso excelentes que superan sus controles con nota. Y por debajo de ellos, el común de los mortales, millones en el paro, otros con sueldos recortados, muchos con contratos más que precarios, y los demás malviviendo. Creo que ese idealista llamado Mahatma Gandhi tenía razón cuando decía que en la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos pocos. Cuando nuestros biznietos estudien la Geografía Económica de este siglo XXI, se quedarán alucinados y perplejos. Será una asignatura hueso. Hoy en plena crisis, hay miedo, por eso no se le ocurra pedir dinero, ni tan siquiera un aval a su mejor amigo. Ya sabe ese dicho tan antiguo que reza: ‘Bien me quieres, bien te quiero, pero no me toques el dinero’. Clemente Barahona Cordero. Profesor y escritor.
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