Derrocharemos menos en estas navidades, bien sea por problemas reales o por un efecto psicológico de la propia crisis económica que nos induce a rebajar los gastos. Para los tacaños es una excusa perfecta, me refiero a esas personas ahítas de dinero, pero que siempre se están quejando por si les piden algo. No vamos a ‘tirar la casa por la ventana’ aunque nos toque la lotería, y eso que esta frase nació en el siglo XVIII cuando Carlos III nos trajo la lotería desde Nápoles y los agraciados por la diosa fortuna lanzaban sus enseres, ropas, platos y muebles viejos por la ventana. Hoy se aplica la frase a aquellas personas que gastan por encima de sus posibilidades, y de eso ya estamos escaldados.
Cuando el salario mínimo interprofesional se congela, que es de 640,41 euros, y uno se fija en otros sueldos como el de los políticos, o del propio monarca al que se le asigna más de 48 millones de las antiguas pesetas o si lo prefieren unos 292.752 euros al año, piensa, cándidamente, que mal repartido está el dinero de todos. La ley será para todos, pero la justicia brilla por su ausencia. Esta frase de brillar o lucir por su ausencia nos ha llegado de la Roma clásica: Tácito, cuando nos narra los funerales de Junia, viuda de Casio y hermana de Bruto (los cabecillas de la conspiración que acabó con Julio César), dice que delante de la urna, según era norma en los funerales romanos, llevaban procesionalmente los retratos de sus antepasados, y que los que más lucían eran los de Casio y Bruto, que faltaban, pero que la imaginación creía ver en el fúnebre cortejo.
Una imagen, que no vale por mil palabras, pero que se quedó en mi retina y luego pasó al alma, fue la de la señora ministra de trabajo, la italiana Elsa Fornero, llorando mientras intentaba explicar los duros recortes a sus compatriotas, no a todos, a los de siempre, a los que viven de un sueldo, aunque sea ínfimo. Al menos, este gesto denotó un poquito de humanidad.
Buena falta nos hace un poco de compasión en el sentido etimológico de la palabra que es padecer, sentir con el otro, y ponerse en su piel. Hasta hace poco tiempo estaba de moda hablar de crisis personal, ahora la crisis parece un ente omnipresente que empaña la totalidad de nuestras vidas. Un cierto desánimo colectivo pulula sin sentido y machaconamente en nuestros pensamientos, conversaciones y actos cotidianos.
Charles Dickens escribió una novela corta de carácter realista-gótica que tituló canción o cuento de navidad. Se basó en la realidad denigrante que se vivía en el Reino Unido durante la revolución industrial en el siglo XIX. Los obreros y sus hijos vivían y trabajaban en condiciones infrahumanas y con un salario misérrimo. Dios quiera que no volvamos a eso. Sin dramatismo, quizás esta crisis nos devuelva el verdadero sentido y espíritu de la Navidad.
NO sé si recuperaremos el espírtu navideño profesor pero sí estaremos mas tristes y deprimidos con tanta noticia, comentarios y artículos sobre la crisis.
ResponderEliminarPor favor, de regalo de Reyes, cuéntenos algo alegre y divertido, q nos despeje la mente y nos permita soñar auqn sólo sea un ratito. Sus seguidoras y seguidores, que son muchos, se lo agrdeceremos.