No, no es un titular agresivo y atractivamente
morboso para que usted se enganche y lea
este artículo. Es real, trágicamente verídico. Los medios no se quieren hacer
eco de estos sucesos, parece que existe un acuerdo tácito para que reine el
silencio. Dicen los psiquiatras y psicólogos que el suicidio es contagioso, que
si se publican estas tragedias personales, el fracaso individual se proyectará
en la sociedad. Mirar a otro lado o hacer de avestruz nunca ha resultado. Lo
cierto es que los pocos estudios que hay sobre este triste hecho nos advierten
de un crecimiento alarmante en Europa de personas que se quitan la vida por
causa de la crisis. Italia, Grecia e Irlanda se llevan el desgraciado palmarés;
y en España, Cataluña.
La casta política y la financiera comienzan a ver los
dichosos ‘brotes verdes’ en esta larga recesión, pero los trabajadores parados,
que han agotado las precarias prestaciones sociales, no pueden compartir ese
optimismo, máxime si no pueden llevar a sus casas, si no les han desahuciado
aún, un poco de comida para su prole. Más de 500 familias al día se quedan sin
techo en España y los bancos siguen engrosando su parque inmobiliario sin
rubor, sin vergüenza. Los mismos ciudadanos que están pagando sus devaneos
corruptos con sus impuestos y con su hambre, pregunten en Cáritas, sufren su
implacable e inagotable usura.
La clase media, ya maltrecha, pequeños empresarios,
comerciantes, autónomos, funcionarios y trabajadores en general tienen que
hacer malabarismos para llegar a mediados de mes sin números rojos en sus
cuentas. Si usted debe algo a su entidad
bancaria, prepárese para un sinfín de
llamadas conminatorias y unos intereses galopantes. Y no hablemos de los
derechos laborales que nos han quitado a decretazo después de años y años de
lucha para conseguir un poco de
dignidad, ya arrebatada por esa casta política incapaz de gobernar, es decir,
de poner freno a la ambición desmedida de las poderosas financias. Y no
proteste porque será un intento de golpe de Estado, y la respuesta ejemplar ha
sido ‘leña y punto’, muy humana y más
democrática. El ministro del gremio entusiasmado con sus uniformados, a los que
usted y yo pagamos, les felicita por saber pegar tan bien. El presidente y su
pequeña delfina se congratulan porque hay una mayoría silenciosa que no sale a
protestar a las calles. Entre ellos supongo que se encontrarán: niños,
muchísimos ancianos e impedidos que todavía esperan una ayuda prometida que
nunca llega, pues antes hay que reparar los desafueros de la banca y sus
preferentes. Nos quieren culpabilizar de esta maldita crisis, nos quieren hacer
ver que nosotros hemos derrochado los dineros, que hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades y un largo rosario de excusas para convencernos que
tenemos lo que nos merecemos. Uno se pregunta en sus largas horas de vigilia ¿Qué
habremos hecho para ser los ‘paganos’ de tantos dislates, corruptelas y
mangoneos? Silencio, que los ricos son más ricos y más poderosos que antes. El
común ha pasado de ser ciudadanos a vasallos del medievo.
De la Educación, Sanidad, subida de tasas
universitarias desorbitadas y fuga de cerebros ni hablamos. Solo, y termino,
les quiero contar la historia de Mariano, un albañil de 60 años, más de tres
años en el paro. Un hombre trabajador, honrado y haciendo constantes cursillos
sin ningún resultado. Una familia que mantener, y muchas noches de insomnio con
sus lágrimas de rabia e impotencia. No aguantó más y decidió acabar con su
vida, como muchos otros en esta Europa donde prima lo económico por encima de
las personas. Menos mal que nos han concedido el Premio Nobel de la Paz. Es un
alivio.
Decía mi abuela que las penas con pan son menos
penas. Qué nos queda, ah, aunque a alguien le pese, nos queda la palabra.
No son suicidios, son asesinatos. Gran artículo.
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