domingo, 14 de octubre de 2012

Esta crisis mata



No, no es un titular agresivo y atractivamente morboso para que usted se enganche  y lea este artículo. Es real, trágicamente verídico. Los medios no se quieren hacer eco de estos sucesos, parece que existe un acuerdo tácito para que reine el silencio. Dicen los psiquiatras y psicólogos que el suicidio es contagioso, que si se publican estas tragedias personales, el fracaso individual se proyectará en la sociedad. Mirar a otro lado o hacer de avestruz nunca ha resultado. Lo cierto es que los pocos estudios que hay sobre este triste hecho nos advierten de un crecimiento alarmante en Europa de personas que se quitan la vida por causa de la crisis. Italia, Grecia e Irlanda se llevan el desgraciado palmarés; y en España, Cataluña.
La casta política y la financiera comienzan a ver los dichosos ‘brotes verdes’ en esta larga recesión, pero los trabajadores parados, que han agotado las precarias prestaciones sociales, no pueden compartir ese optimismo, máxime si no pueden llevar a sus casas, si no les han desahuciado aún, un poco de comida para su prole. Más de 500 familias al día se quedan sin techo en España y los bancos siguen engrosando su parque inmobiliario sin rubor, sin vergüenza. Los mismos ciudadanos que están pagando sus devaneos corruptos con sus impuestos y con su hambre, pregunten en Cáritas, sufren su implacable e inagotable usura.
La clase media, ya maltrecha, pequeños empresarios, comerciantes, autónomos, funcionarios y trabajadores en general tienen que hacer malabarismos para llegar a mediados de mes sin números rojos en sus cuentas.  Si usted debe algo a su entidad bancaria, prepárese  para un sinfín de llamadas conminatorias y unos intereses galopantes. Y no hablemos de los derechos laborales que nos han quitado a decretazo después de años y años de lucha  para conseguir un poco de dignidad, ya arrebatada por esa casta política incapaz de gobernar, es decir, de poner freno a la ambición desmedida de las poderosas financias. Y no proteste porque será un intento de golpe de Estado, y la respuesta ejemplar ha sido ‘leña y punto’, muy  humana y más democrática. El ministro del gremio entusiasmado con sus uniformados, a los que usted y yo pagamos, les felicita por saber pegar tan bien. El presidente y su pequeña delfina se congratulan porque hay una mayoría silenciosa que no sale a protestar a las calles. Entre ellos supongo que se encontrarán: niños, muchísimos ancianos e impedidos que todavía esperan una ayuda prometida que nunca llega, pues antes hay que reparar los desafueros de la banca y sus preferentes. Nos quieren culpabilizar de esta maldita crisis, nos quieren hacer ver que nosotros hemos derrochado los dineros, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y un largo rosario de excusas para convencernos que tenemos lo que nos merecemos. Uno se pregunta en sus largas horas de vigilia ¿Qué habremos hecho para ser los ‘paganos’ de tantos dislates, corruptelas y mangoneos? Silencio, que los ricos son más ricos y más poderosos que antes. El común ha pasado de ser ciudadanos a vasallos del medievo.
De la Educación, Sanidad, subida de tasas universitarias desorbitadas y fuga de cerebros ni hablamos. Solo, y termino, les quiero contar la historia de Mariano, un albañil de 60 años, más de tres años en el paro. Un hombre trabajador, honrado y haciendo constantes cursillos sin ningún resultado. Una familia que mantener, y muchas noches de insomnio con sus lágrimas de rabia e impotencia. No aguantó más y decidió acabar con su vida, como muchos otros en esta Europa donde prima lo económico por encima de las personas. Menos mal que nos han concedido el Premio Nobel de la Paz. Es un alivio.  
Decía mi abuela que las penas con pan son menos penas. Qué nos queda, ah, aunque a alguien le pese, nos queda la palabra.

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