En los mundos en que me muevo ni profesores ni periodistas tenían muy claro quién es José Antonio Marina. Es un filósofo, ensayista y pedagogo, un hombre muy mediático, como se dice ahora. Tuve la oportunidad de escucharle durante dos horas que se me hicieron como diez minutos. De sus muchos libros, he leído algunos de ellos. Siempre le he seguido en prensa y en la televisión. Los más progresistas dicen que es un conservador, y los conservadores, que un poco revolucionario. José Antonio Marina es catedrático excedente de filosofía en el instituto madrileño de La Cabrera, Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, además de conferenciante y floricultor. Estudió filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, teniendo por compañero a su amigo y también escritor Álvaro Pombo. Durante ese tiempo leyó apasionadamente a Unamuno, fundó varias revistas y dirigió varios grupos teatrales. Un hombre inteligente que no cesa en su empeño de seguir estudiando la inteligencia y el pensamiento divergente desde la neurología hasta la ética. Sobre todo es un pedagogo con una vasta experiencia con adolescentes, práctica real de pizarra y tiza. Quizás les suene una de sus famosas frases: “Para educar a un niño, hace falta toda la tribu”. El porqué de esta rotunda afirmación lo explica así Marina: “La preocupación universal por la educación ha generado un sistema de excusas en el que todo el mundo echa las culpas al vecino. Los padres a la escuela, la escuela a los padres, todos a la televisión, la televisión a los espectadores, al final acabamos pidiendo soluciones al gobierno, que apela a la responsabilidad de los ciudadanos, y otra vez a empezar. En esta rueda infernal de las excusas podemos estar girando hasta el día del juicio. La única solución que se me ocurre es no esperar a que otros resuelvan el problema, sino preguntarme: ¿qué puedo hacer yo para solucionarlo?”. De hecho ahora está impulsando un proyecto que se llama Universidad de padres on-line para colaborar con las madres y padres durante todo el proceso educativo de sus hijos. Este filósofo no trabaja solo, tiene un equipo de colaboradores que se convierten en coautores de sus múltiples libros. Él cree en el trabajo en equipo, y por eso piensa que es necesario, ahora más que nunca, que los maestros fomenten y enseñen a los niños a trabajar en grupo. Educar para la vida y fomentar la inteligencia práctica para resolver aquellos problemas reales que no tienen una solución dada de antemano es un papel esencial de los educadores. Dice José Antonio que nos hemos olvidado de la importancia de la voluntad y el esfuerzo, que no hemos equipado a nuestros alumnos con estas armas valiosas y necesarias, que las hemos sustituido por lo que llamamos motivación o desmotivación. Y los profesores se pasan media vida buscándola. En la vida todos hacemos cosas que no nos gustan, pero que tenemos que hacerlas, estemos o no motivados. Tengo que reconocer que admiro a este hombre, sobre todo por su gran sentido común. Lo de la alcachofa, no es una falta de respeto ni mucho menos, la verdad es que es un titular original, pero muy real. A don José Antonio Marina cuando ejercía de catedrático de Filosofía, le llamaban el profesor alcachofa sus alumnos. Amante de la poesía, quería enseñar a sus discípulos que hay otra forma de mirar, contemplar el mundo, y les leía la Oda de Neruda a la alcachofa, pero se dio pronto cuenta de que sus muchachos solo conocían las alcachofas enlatadas y blanditas. A partir de ese día, llevaba una alcachofa en la solapa. Clemente Barahona Cordero. Profesor y escritor
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