sábado, 10 de noviembre de 2012

La noche de las inocentes


La noche de las inocentes

 Katia, Rocío, Cristina y Belén solo pretendían divertirse con sus amigos, con la disculpa de la celebración de esa antiquísima fiesta celta, llamada Halloween. Sabían que iba a haber música y mucha marcha, pasarían un buen rato y se alejarían de los problemas cotidianos y del estudio. Lo que hacemos todos de acuerdo a nuestras edades. Jóvenes con sus vidas recién estrenadas, y llenas también de sueños e ilusiones. Cómo iban a pensar que ese ‘Madrid Arena ‘sería su final en este mundo. Ese recinto polivalente debía tener todas las garantías de seguridad, pero parece ser que no era así. La policía Nacional llevaba meses advirtiendo al Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid que ese gran pabellón no cumplía con las licencias pertinentes, y ambas instituciones hicieron oídos sordos. Y si además la seguridad contratada por el empresario de esta gran fiesta era deficiente, la policía municipal destacó a solo 14 efectivos, ya saben los recortes, y el aforo fue sobrepasado de forma desmesurada, el resultado no fue dramático sino trágico. Hasta podía haber sido multiplicada esta tragedia.
El presidente de la Comunidad, Ignacio González, declaró que la alcaldesa Ana Botella está tremendamente afectada por esta desgracia, y no lo dudo en absoluto, pero ¿Sería por este motivo por el que se marchó a descansar a un balneario portugués? Allá cada uno con su conciencia. Eso sí, como buena cristiana pidió a la virgen de la Almudena por estas muchachas o por sus almas.
Urge una investigación seria, rápida y diligente para aclarar responsabilidades. Nadie va a devolver a sus padres  estas crías, y el dolor de su ausencia debe de ser terrible, lo más horroroso que les puede ocurrir a unos padres. Al menos, que el afán de lucro por parte de alguno, o la dejadez de los responsables políticos no quede en aguas de borrajas, es decir,  que un asunto tan serio quede en nada. Unos se lavan las manos, seguro que el pasaje bíblico más conocido y practicado en este país, otros se lamentan y rezan, pero ya saben que a Dios rogando y con el mazo dando.
Nos queda confiar en los jueces para que pongan a cada uno en su sitio y en su responsabilidad. Lo siento, aunque a alguien le pueda servir de consuelo, pero estoy seguro que Dios no ha querido esto para nada, y estará atónito y harto de tanta estupidez humana, por llamarlo de alguna forma suave.

También eran jóvenes, rondando los 50 años, aquellas personas que se han quitado la vida, la última, Amaia, ayer en Baracaldo, al verse desahuciadas por una ley y unos bancos inhumanos. Hoy nuestro querido presidente dice estar consternado, parece que se ha dado cuenta, por fin, de esta injusticia palpable. A buenas horas mangas verdes. Esperemos que ya Larra no tenga más la razón, y el ‘vuelva usted mañana’ haya pasado al limbo de los justos o a la nada.

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