domingo, 24 de marzo de 2013

No me llames Santidad, solo Franciso


Recuerdo hace 8 años cuando salió elegido Benedicto XVI, yo dije que me borraba de esta Iglesia. Un Papa que ha pasado sin pena ni gloria, pero que ha tenido un final honrado e inteligente con su renuncia. Ahora parece que vienen tiempos nuevos, digo que parece, pues solo hemos visto gestos humanos a los que no estábamos acostumbrados. Francisco, como quiere que le llamemos, es un jesuita que ha tocado la pobreza y los problemas reales de la gente. Un pastoralista muy bien preparado, un seguidor de Jesús de Nazaret, que al menos en su ánimo desea una Iglesia pobre y para los pobres.
Dice que cree en el Dios del amor, compasivo y del perdón. Su parábola predilecta será la del hijo pródigo o la del padre misericordioso. Es un hombre que cae bien a creyentes, agnósticos y hasta a ateos. Todos están a la expectativa. No olvidemos que no se pueden pedir peras al olmo, pues no deja de ser o representar lo que representa, pero quizás nos llevemos alguna sorpresa. Primero tendría que limpiar su casa o su curia, y luego acercarse o intentar que se acerquen todos aquellos excluidos por hasta ahora una Iglesia intransigente con las cuestiones humanas, repletas de debilidades y limitaciones. Tal vez haga como Jesús o el buen pastor que sale a buscar a la oveja perdida, y se alegre tanto o más como con las 99 que tiene en su redil.

Compasión necesitamos los hombres y mujeres en esta vida llena de dificultades, y creo que a este hombre no le falta, además apela a la ternura y nos dice que no tengamos miedo a ser buenos. Una bocanada de aire fresco, un último resquicio para que se cuele la esperanza. No nos defraudes, hermano Francisco.

Te confieso que cuando te vi en ese balcón, pidiendo que rezáramos primero por ti antes de dar la bendición, me emocioné. Me encantó tu encuentro con los periodistas y tu respeto por sus creencias. Creo que crees que todos somos hijos del mismo Dios, pero sé que también crees en la libertad de esos hijos de Dios.

Han intentado sacar trapos sucios de tu pasado como provincial de la Compañía de Jesús en los tiempos de la dictadura argentina, pero un hombre como Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, fiable totalmente, lo ha desmentido. Las madres de la Plaza de Mayo también saben de tu labor y te apoyan.

Espero y te deseo que te dejes llevar por ese Dios, padre y madre, y hagas que su pueblo, la humanidad, se sienta acogida, respetada y amada sea cual sea su condición y circunstancias.
No dudo de tu valía, y como ‘hijo’ de San Ignacio de Loyola estoy seguro que no te faltarán las fuerzas y la capacidad. ‘La contemplación para alcanzar amor’ da para mucho, Papa Francisco.

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